Una bitácora con curiosidades, rarezas, algo de divulgación y bofetadas para los crédulos.

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Lecturas para pensar

Cuanto más leemos, más libres somos, y aunque las dudas que nos surgen al ser más cultos y escépticos nos obligan a detenernos y a reflexionar más que si no leyéramos, sabemos que la ignorancia tiene un lado narcótico, pero la cultura es muy estimulante, en especial la cultura de la duda. El método cartesiano sentó las bases filosóficas de ese pensamiento científico e inquisidor de la Ilustración, y gracias a Descartes y a muchos otros que dudaron, hoy estamos donde estamos.

Yo soy lector compulsivo: leo mucho y leo de todo, aunque en los últimos años me apasiona la divulgación científica y todo lo que tiene que ver con la neurología, que no se investigó lo suficiente porque durante siglos se pensó que la mente, la consciencia («el alma», para algunos) eran conceptos inalcanzables, metafísicos, espirituales. El caso de Phineas Gage , en 1848, fue un hito en la investigación de la mente. Un hombre afable y creyente sufre un accidente que daña su lóbulo prefrontal y se convierte en un hombre violento, irreverente y lujurioso. En aquellos momentos, los médicos se plantearon cómo algo físico podía haber modificado una serie de valores morales.

Aquí enumero algunos libros interesantes que he leído en los últimos años y que recomiendo al visitante curioso. Pulsa en la foto para ver más información sobre la obra o una pequeña recensión.

Ensayo y divulgación científica

En El mundo y sus demonios, Carl Sagan habla de esos «demonios» o miedos con los que convivimos y que no hemos sabido matar a tiempo. Un texto magnífico en defensa de la cordura, de la ciencia y de cómo vivir más feliz sin miedos.
El mundo y sus demonios, de Carl Sagan.

En El viaje a la felicidad, Eduardo Punset da algunas pistas científicas —especialmente en el campo de la neurología— sobre qué mecanismos nos llevan a la felicidad. Un libro claro, bien redactado y editado, ameno y muy estimulante, en el que incluso se arriesga a dar una claves —a modo de conclusión— para ser más felices. Punset hace un buen trabajo al recopilar, con un lenguaje sencillo, las investigaciones y conclusiones de gente como Antonio Damasio, Oliver Sacks, Steven Pinker y otros científicos con fama de buenos divulgadores.
El viaje a la felicidad, de Eduardo Punset

En El mono obeso, el médico José Enrique Campillo habla de la epidemia de diabetes que vivimos, de los trastornos alimenticios y de los principios filogenéticos de un hombre moderno que ha llegado a ser el único homínido obeso. ¿Por qué nos gustan tanto algunos alimentos que nos perjudican? Son sorprendentes los datos que relacionan ciertas carencias alimentarias durante el embarazo e infancia con el síndrome metabólico.
El mono obeso, de José Enrique Campillo.

En El libro de las preguntas desconcertantes, Josep Muñoz Redón responde a preguntas tan rotundas como «qué es la vida» o «qué es la libertad» con anécdotas, citas (incluso de Jean-Claude van Damme) y una buena pizca de humor.
El libro de las preguntas desconcertantes, de Josep Muñoz Redón

En Ciencia o vudú (Voodoo Science), el físico Robert L. Park habla de descubrimientos pseudocientíficos y creencias que aunque no estén respaldadas por la lógica, han convencido —y convencen— a cientos de miles o millones de personas en el mundo y se plantea por qué ocurre esto y da ideas para evitarlo.
Ciencia o vudú, de Robert L. Park

The title (Why people believe weird things) is self-explanatory. Shermer is an ex-gullible who investigates the deep roots of the magical thinking (superstitions, pseudosciences...) and wonders why intelligent people can also believe really weird things. Really enlightening. A must.
Why people believe weird things, by Michael Shermer.

El neurólogo Oliver Sacks convierte casos clínicos de personas con enfermedades mentales (algunas son llamativas y desconocidas para el lector profano) en pequeños relatos en los que de paso, habla de emociones, de sentimientos, de la mente y la realidad, de lo que nos hace humanos y de la felicidad. Sacks tiene la cualidad de describir de un modo casi poético estas enfermedades y convertir al lector en una persona más humana, y quitar esos miedos a los «locos», término con el que antes se definía a cualquier persona que fuera algo rara. Un libro magnífico. Si te gusta, luego tendrás que leer Un antropólogo en Marte, en donde hay unos capítulos magníficos sobre el autismo y el tourettismo (síndrome de Tourette).
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks

Narrativa

Empiezo recomendando la lectura de Julio Camba, un intelectual gallego que escribió un magnífico libro sobre cocina (La casa de Lúculo), y recopiló unos magníficos artículos sobre la vida en los Estados Unidos de los años treinta, vistos a través de sus ojos de periodista, en La ciudad automática. Reflexiones —algunas con sorna— de un español sobre la vida estadounidense y que podría hacer cualquier español hoy en día, en los mismos términos, casi ochenta años después.

La Narrativa completa del mexicano Juan José Arreola es una delicia. Relatos cortos, oníricos, jocosos, sinceros, eróticos, surrealistas... con un lenguaje y una composición muy variopinta. En ocasiones, me recuerda a su compatriota, el poeta Renato Leduc.
Narrativa completa, de Juan José Arreola

Nada menos que Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs recopilaron hace años esta Antología del cuento triste llena de magníficos relatos. Y no confundamos triste con deprimente. Hay algo de belleza en la tristeza; incluso uno siente cierta felicidad al terminar de leer un cuento triste, por el placer que da recrear algo que es ficticio.
Antología del cuento triste.

El gíglico de Cortázar

Para estrenarme, aquí va el famoso fragmento del capítulo 68 de Rayuela, escrito en gíglico, un lenguaje inventado por Cortázar:

«Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.»