Una bitácora con curiosidades, rarezas, algo de divulgación y bofetadas para los crédulos.

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Ciencia popular: SuperGlue

Hay tres preguntas que yo me hice un día sobre el SuperGlue:

  1. ¿Por qué no se seca dentro del bote si es un pegamento tan fuerte?
  2. ¿Por qué se pegan tan mal algunas cosas con SuperGlue y, sin embargo, cuando te cae una gota en un dedo, se queda pegado a cualquier cosa que toques? (Por cierto, la acetona ayuda a despegar los dedos.)
La respuesta a la primera pregunta es, en parte, respuesta a la segunda: porque hay oxígeno presente dentro del bote. De hecho, el cianocrilato —principal componente de este pegamento— adora la falta de oxígeno, las temperaturas templadas y la humedad, como la de la piel humana.

La respuesta a la segunda es que no puedes usar SuperGlue como si fuera un pegamento normal. Yo tendía a poner mucho líquido pensando que así pegaría más, pero el cianocrilato se polimeriza mucho peor si haces eso. Si quieres que algo se adhiera bien con SuperGlue, haz lo siguiente:
  1. No apliques chorros gruesos de pegamento sino todo lo contrario: pequeñas líneas finas.
  2. Humedece —no mojes— ligeramente la superficie de contacto; incluso bastaría con tu aliento.
  3. Aprieta ambas piezas para reducir el aire entre ellas y acelerar así la polimerización.
Gracias a Kate y a la págin de How Stuff Works, uno puede emular a los de CSI con SuperGlue. Es fácil:
  1. Busca un objeto pequeño en el que quieras revelar huellas dactilares.
  2. Mételo en una bolsita de plástico y pon dentro un poco de SuperGlue.
  3. Los vapores del SuperGlue reaccionan con las huellas, que quedan expuestas claramente. ¡Qué dices, Grissom?

Carl Sagan redivivo

Acaba de llegarme el número de abril de la revista Muy Interesante, que trata en su portada el debate entre ciencia y religión.

En Europa no es tan polémico ni está tan extendido como en los Estados Unidos el debate sobre si llevamos seis mil años en la Tierra y somos hijos de un tal Adán o somos un paramecio accidentalmente devenido en primate. De todos modos, las cosas están cambiando, como ya iba adelantando Benedicto XVI al decir que la teoría de la evolución hace agua, y eso que su antecesor Pío XII mantuvo una excelente neutralidad en su determinante encíclica Humanis generis (1950), en la que declaraba la compatibilidad entre ciencia y fe, entre darwinismo y religión. Gracias a eso, muchos fuimos educados en la teoría de la evolución y muchos creyentes católicos pudieron quitarse el miedo del cuerpo y adentrarse sin miedo en la paleobiología, en la arqueología y en otras ciencias que, de otro modo, estarían en franca oposición a sus creencias.

Pero no son buenos tiempos para la ciencia, admitámoslo. Ahora que estamos en el primer mundo y no nos morimos de viruela ni de tuberculosis y parimos con epidural, la gente usa con mucha libertad la palabra científico para referirse a unas personas de bata blanca que nos quieren freír el cerebro con las antenas de los teléfonos móviles, el cambio climático y las microondas por la mañana y... por la tarde, se vuelven buenas e inventan protocolos de seguridad alimentaria, adelantos médicos y curas de enfermedades terribles, y como resultado vivimos más años y con más calidad de vida. Pero como dice Punset en su libro El viaje a la felicidad, vivir preocupado deteriora notablemente nuestra salud.

¿Que sobrevivimos más al cáncer? «Gracias a los avances científicos». ¿Que la quimioterapia y los oncólogos matan más que curan? «Gracias a los avances científicos» ¿Ein? Está claro que en la ciencia, como en la Estrella de la Muerte, debe de haber un lado oscuro de la Fuerza de aúpa.

Y de todo esto me venía yo acordando al releer, por enésima vez, un texto que parece volver a estar de actualidad cada pocos años: La carga del escepticismo.

English ultra-briefed summary: Print and read this gymnastics for the mind—fresh food for thought: The burden of skepticism.

Online Education

This is a massive resource list for all autodidacts. Documents and lectures in MP3, video, documentaries. A beautiful compilation. Give it a try.

Ciencia popular: La radiación, huy qué miedo

Ayer oí a dos personas hablar sobre esta sorprendente noticia, en la que se «relacionan cinco fallecidos por cáncer y siete afectados por la enfermedad con el uso de un ordenador de la policía». Y estas personas hacían referencia al triste caso de los niños de un colegio de Valladolid que contrajeron cáncer hace años. En aquella ocasión, algunos padres —en su desesperación, comprensible, e ignorancia, menos justificable— se movilizaron y denunciaron para retirar unas antenas de telefonía móvil cercanas que decidieron que habían sido las responsables. Las personas que hablaban de esto se quedaron con que las antenas podían provocar cáncer, pero no parecían saber que la causa se sobreseyó y que no hay pruebas científicas que sustenten tamaña afirmación. De ahí pasaron a hablar de las radiaciones en general, de los hornos microondas, de los teléfonos móviles y de ay Dios mío cuántas cosas no sabemos y nos están matando. Y ahí estaba yo, que acababa de salir del consultorio de un fisioterapeuta, que me había radiado con microondas una contractura para luego masajeármela.

La radiación, los alimentos transgénicos y tantas otras preocupaciones primermundistas están en boca de la gente —y es lógico— y provocan recelo, miedo y, por lo que se ve, pocas ganas de profundizar en el tema, pero muchas de quedarse con lo negativo y espectacular; incluso se habla de una conspiración mundial de las empresas para sacar más dinero a costa de envenenarnos.

Pocos parecen saber que hay tipos de radiaciones e intensidades, que no es lo mismo un teléfono móvil que una máquina de rayos X y que tomar el sol es, también, una forma de exponerse a una radiación que sabemos que es ionizante y, por ende, carcinógena. Ni tampoco que el ochenta por ciento de la radiación que recibe un ser humano en su vida es de origen natural y no puede evitarse, que los alimentos radian e incluso los seres humanos emitimos una levísima cantidad de radiación. Y que cuando hay tormentas solares, nos pegamos un baño de radiación de aúpa (la misma que mataría a los astronautas en un futuro e hipotético viaje a Marte).

Las personas de esta escena remataban su conversación con esa lapidaria frase de «Cuando el río suena es que agua lleva», y volvían a sus casas un poco más preocupados, un poco más desasosegados por algo que no conocen bien, pero que la prensa y el desconocimiento científico sirven en bandeja para aquellos que quieran engullirlo sin masticación previa. Y este desconocimiento atemorizante es acumulativo —como la radiación— y perjudicial para la salud mental y física de las personas. Apliquemos un poco de pensamiento crítico, documentémonos y procuremos sacar conclusiones fundadas. Es más saludable.

Lecturas para pensar

Cuanto más leemos, más libres somos, y aunque las dudas que nos surgen al ser más cultos y escépticos nos obligan a detenernos y a reflexionar más que si no leyéramos, sabemos que la ignorancia tiene un lado narcótico, pero la cultura es muy estimulante, en especial la cultura de la duda. El método cartesiano sentó las bases filosóficas de ese pensamiento científico e inquisidor de la Ilustración, y gracias a Descartes y a muchos otros que dudaron, hoy estamos donde estamos.

Yo soy lector compulsivo: leo mucho y leo de todo, aunque en los últimos años me apasiona la divulgación científica y todo lo que tiene que ver con la neurología, que no se investigó lo suficiente porque durante siglos se pensó que la mente, la consciencia («el alma», para algunos) eran conceptos inalcanzables, metafísicos, espirituales. El caso de Phineas Gage , en 1848, fue un hito en la investigación de la mente. Un hombre afable y creyente sufre un accidente que daña su lóbulo prefrontal y se convierte en un hombre violento, irreverente y lujurioso. En aquellos momentos, los médicos se plantearon cómo algo físico podía haber modificado una serie de valores morales.

Aquí enumero algunos libros interesantes que he leído en los últimos años y que recomiendo al visitante curioso. Pulsa en la foto para ver más información sobre la obra o una pequeña recensión.

Ensayo y divulgación científica

En El mundo y sus demonios, Carl Sagan habla de esos «demonios» o miedos con los que convivimos y que no hemos sabido matar a tiempo. Un texto magnífico en defensa de la cordura, de la ciencia y de cómo vivir más feliz sin miedos.
El mundo y sus demonios, de Carl Sagan.

En El viaje a la felicidad, Eduardo Punset da algunas pistas científicas —especialmente en el campo de la neurología— sobre qué mecanismos nos llevan a la felicidad. Un libro claro, bien redactado y editado, ameno y muy estimulante, en el que incluso se arriesga a dar una claves —a modo de conclusión— para ser más felices. Punset hace un buen trabajo al recopilar, con un lenguaje sencillo, las investigaciones y conclusiones de gente como Antonio Damasio, Oliver Sacks, Steven Pinker y otros científicos con fama de buenos divulgadores.
El viaje a la felicidad, de Eduardo Punset

En El mono obeso, el médico José Enrique Campillo habla de la epidemia de diabetes que vivimos, de los trastornos alimenticios y de los principios filogenéticos de un hombre moderno que ha llegado a ser el único homínido obeso. ¿Por qué nos gustan tanto algunos alimentos que nos perjudican? Son sorprendentes los datos que relacionan ciertas carencias alimentarias durante el embarazo e infancia con el síndrome metabólico.
El mono obeso, de José Enrique Campillo.

En El libro de las preguntas desconcertantes, Josep Muñoz Redón responde a preguntas tan rotundas como «qué es la vida» o «qué es la libertad» con anécdotas, citas (incluso de Jean-Claude van Damme) y una buena pizca de humor.
El libro de las preguntas desconcertantes, de Josep Muñoz Redón

En Ciencia o vudú (Voodoo Science), el físico Robert L. Park habla de descubrimientos pseudocientíficos y creencias que aunque no estén respaldadas por la lógica, han convencido —y convencen— a cientos de miles o millones de personas en el mundo y se plantea por qué ocurre esto y da ideas para evitarlo.
Ciencia o vudú, de Robert L. Park

The title (Why people believe weird things) is self-explanatory. Shermer is an ex-gullible who investigates the deep roots of the magical thinking (superstitions, pseudosciences...) and wonders why intelligent people can also believe really weird things. Really enlightening. A must.
Why people believe weird things, by Michael Shermer.

El neurólogo Oliver Sacks convierte casos clínicos de personas con enfermedades mentales (algunas son llamativas y desconocidas para el lector profano) en pequeños relatos en los que de paso, habla de emociones, de sentimientos, de la mente y la realidad, de lo que nos hace humanos y de la felicidad. Sacks tiene la cualidad de describir de un modo casi poético estas enfermedades y convertir al lector en una persona más humana, y quitar esos miedos a los «locos», término con el que antes se definía a cualquier persona que fuera algo rara. Un libro magnífico. Si te gusta, luego tendrás que leer Un antropólogo en Marte, en donde hay unos capítulos magníficos sobre el autismo y el tourettismo (síndrome de Tourette).
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks

Narrativa

Empiezo recomendando la lectura de Julio Camba, un intelectual gallego que escribió un magnífico libro sobre cocina (La casa de Lúculo), y recopiló unos magníficos artículos sobre la vida en los Estados Unidos de los años treinta, vistos a través de sus ojos de periodista, en La ciudad automática. Reflexiones —algunas con sorna— de un español sobre la vida estadounidense y que podría hacer cualquier español hoy en día, en los mismos términos, casi ochenta años después.

La Narrativa completa del mexicano Juan José Arreola es una delicia. Relatos cortos, oníricos, jocosos, sinceros, eróticos, surrealistas... con un lenguaje y una composición muy variopinta. En ocasiones, me recuerda a su compatriota, el poeta Renato Leduc.
Narrativa completa, de Juan José Arreola

Nada menos que Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs recopilaron hace años esta Antología del cuento triste llena de magníficos relatos. Y no confundamos triste con deprimente. Hay algo de belleza en la tristeza; incluso uno siente cierta felicidad al terminar de leer un cuento triste, por el placer que da recrear algo que es ficticio.
Antología del cuento triste.

Los marcianos existen...

Existen y tienen un líder terrenal: Iker (alias «Friker») Jiménez, el director de Cuarto Milenio. El Gran Wyoming, Cristina Peña y sus guionistas del programa El intermedio de LaSexta comentan los hallazgos de este gran misteriólogo. Risa garantizada. Aquí va un apPublicareritivo, pero pulsa aquí para ver el resto de los vídeos.

Por qué la homeopatía no funciona

   Eso me pregunté yo cuando me puse a leer sobre la cuestión. Me pasó algo curioso: yo empecé a usar la homeopatía, pero el mismo día en que comencé a documentarme sobre sus principios y, por tanto, a dudar de ellos, los efectos de aquellos productos homeopáticos carísimos que consumía dejaron de hacerme efecto. Una versión sui géneris del observador en procesos de física cuántica.

—La aspirina me quita el dolor de cabeza aunque no crea en ella. ¿Por qué no me ocurre lo mismo con estos productos? —me repetía.

   La homeopatía se inventó hace más de doscientos años y prácticamente desapareció con la irrupción de la farmacopea, aunque en los últimos años ha resurgido con fuerza en los países desarrollados. Paradójicamente, los principios homeopáticos contradicen los de la física y química que a todos nos enseñaron en el colegio, y pertenecen más a lo que podría denominarse el «pensamiento mágico», esa parte de la mente humana que alberga lo sobrenatural, las creencias religiosas y las supersticiones. Mucha gente confunde —como yo lo hacía— la homeopatía con las medicinas naturales.

   Y escribo esto porque ayer mismo otra persona volvió a aconsejarme un producto homeopático diciéndome que era «natural» y hecho «a base de hierbas». Si tú lees esto y creías que esto era verdad —como me pasaba a mí cuando la probé—, quizás debas informarte mejor. Pero no me creas a mí, claro: lee los argumentos que hay en contra y a favor de esto (al pie de este artículo encontrarás algunos enlaces).

   Según algunos, dice la Wikipedia, la homeopatía se basa en postulados, no en pruebas. Uno de ellos es que el agua «guarda memoria» de lo que contuvo, que las enfermedades tienen un origen espiritual y que uno puede curar una enfermedad con una dilución de un preparado en el que no existe una sola molécula del ingrediente original. La homeopatía no ha podido demostrar científicamente que esto sea cierto y el único reconocimiento notable que ha recibido esta idea ha sido el premio IgNobel (también llamados los «antinobel») otorgado al francés Jacques Benveniste.

   A mí, particularmente, lo que me llevó a cuestionarme la homeopatía fue este fundamento: «cuanto mayor es la dilución del medicamento, más efecto hace sobre el paciente». (Y además, no habla de disolución, sino de dilución, que es más potente.)

Lecturas y material audiovisual de referencia

   Páginas de homeópatas sobre homeopatía: Homeopatia.net y Homeopatía unicista.

   James Randi es un investigador y mago canadiense que tiene una fundación para la divulgación de la ciencia y para combatir las pseudociencias. Además, Randi es el creador de un famoso reto (Randi's Challenge) con el que se compromete a pagar un millón de dólares a aquel que pueda demostrar la eficacia o veracidad de fenómenos paranormales (ovnis, zahoríes, doblaje de cucharas, quiromancia...) en condiciones controladas, pero aún nadie ha ganado la apuesta.

   El programa Horizon de la BBC decidió aceptar el reto y poner a prueba la homeopatía con Randi y... de nuevo, esta no pasó la prueba. El diario inglés The Guardian tampoco se queda atrás en este artículo (en inglés).

   La ARP-SAPC (la asociación española de escépticos) elaboró hace tiempo un completísimo monográfico sobre esta cuestión. No en vano, aparece entre los primeros resultados cuando se busca homeopatía en Google. En la bitácora El fondo del asunto lo comentan en pocas palabras. Incluso el doctor House, el de la serie de televisión, tiene que atender a un joven que está grave después de haber pasado por un acupuntor que lo mandó a un armonizador del chi que lo envió a un homeópata que lo derivó a un quiropráctico que lo mandó a un naturópata que volvió a enviarlo al acupuntor original. Y House da su opinión sobre estas terapias con su famoso estilo.

Camarero, no tan fría.

Situación: es verano y pides un auga mineral en la terraza de un bar. El camarero la saca de la nevera y aunque está líquida, cuando te la vas a servir, el agua está prácticamente congelada. ¿Te falla la vista? No, la explicación está en lo que se conoce como estados metaestables.

El grito hipohuracanado

Todos hemos oído hablar de los ultrasonidos, pero no tanto de los infrasonidos. En esta página explican los perjuicios que pueden causarnos aunque no podamos oírlos (mareos, desorientación, irritabilidad, vómitos...). También sabemos que algunos movimientos telúricos emiten infrasonidos imperceptibles para el hombre, pero que causan comportamientos realmente extraños en animales (huidas, desorientación, agresividad...) en las horas o días previos a un terremoto, maremoto o erupción volcánica.

No en vano, en los Estados Unidos llevan años practicando con eso que se denomina sonic weanponry ('armamento sonoro') como medio de control de masas, antidisturbios y fines militares. La UE también lo evalúa (en inglés).