Con este título (Ciencia popular) quiero comenzar una modesta sección periódica de divulgación científica en la que compartiré conocimientos que yo he ido adquiriendo con el tiempo. Se trata de soluciones a preguntas y dudas cotidianas para las que, por lo general, suele haber un mito o una creencia popular que dista mucho de ser correcta, y que, no obstante, suele ser la más extendida y creída.
Por ejemplo, es probable que te resulte absurda la afirmación de que una mujer con la menstruación no puede bañarse ni acercarse a una salsa en la cocina porque podría estropearla, o que a los bebés hay que fajarlos para que no puedan moverse, o que una gripe se cura sacrificando un pichón o que un tumor puede transferirse del cuerpo de una persona a otro objeto —como un huevo, por ejemplo—, o que hay gente que tiene energía con la que cura enfermedades. Bien, pues aunque todas estas ideas suenen absurdas, mucha gente, en varios países, las sigue creyendo y aplicando hoy en día.
Así que hoy empezaré por una creencia tan extendida y antigua que está patente en expresiones como coger frío, pillarle a uno la corriente, resfriarse, get a cold...
Lo cierto es que es un mito: ni el frío ni el aire ni las corrientes provocan el resfriado. En zonas tropicales y desérticas sin aire acondicionado, la gente también se resfría. Sin embargo, los científicos que han trabajado solos durante largas temporadas en la Antártida no se resfriaron nunca, igual que los expedicionarios que han atravesado el Polo Norte en solitario. Para resfriarse necesitas pareja, vamos.
El responsable del resfriado común (que a veces suele confundirse con la gripe) es un simple virus. ¿Por qué solemos resfriarnos más en invierno que en verano? ¿Acaso eso no es prueba de que el virus actúa con el frío? No, al contrario, los virus disfrutan en ambientes cálidos y húmedos, como aquellos en los que nos recogemos en invierno durante horas: transporte público, salones cerrados, zonas poco aireadas... ah, y les encanta viajar de mano en mano.
Lo cierto es que cuando uno se expone a la intemperie en invierno, el cuerpo combate el frío con una serie de reacciones que se asemejan a los síntomas del resfriado, como el moqueo (una solución salina producida por los senos, encogidos por el frío, que evita que la nariz se cuartee) o los temblores (que avivan los músculos y producen calor). Y es en esos momentos en los que moqueamos y buscamos el calorcito de un sitio cerrado cuando somos más propensos a contagiarnos, así que si quieres reducir tus resfriados, recuerda esto:
1) Lávate las manos. Muchos resfriados e infecciones bacterianas se contraen por lo que tocamos con las manos sucias, especialmente si nos tocamos ojos, nariz y boca.
2) No sorbas esos mocos que traes de la calle en un lugar cerrado o le meterás a tus ateridos senos un chute de microamigüitos que estarán encantados de acampar dentro de tu cuerpo en las próximas horas. Achís.